sábado, 16 de mayo de 2015

Cuento: Desde el otro lado del espejo

Cada noche esperaba paciente a que las luces se apagaran. Durante unas horas el espejo del desván quedaba completamente a oscuras y la barrera luminosa entre los dos mundos se rompía. Primero miraba desde su lado del cristal. Si había alguien en la habitación, se escondía. Después se asomaba y, si no había peligro, salía.
Una vez en nuestro lado del espejo, trasteaba con los objetos que tenía a mano, los investigaba y trataba de imaginarse cuál era su utilidad. Así debía haber llegado a la conclusión de que, aquel objeto de madera formado por un palo unido a un círculo con muchas cuerdas cruzadas dentro, debía servir para cazar algún tipo de animal volador del tamaño de una rata pequeña. No funcionaba bien como abanico y cualquier bicho pequeño se habría escapado entre los agujeros. No quedaba otra posibilidad.
Cuando se sintió con confianza empezó a ir a otras habitaciones y a otras plantas. Supongo que nos vio dormir y le gustamos, porque la noche que entraron a robar, se encargó de espantar a los ladrones a raquetazos y de protegernos sin que llegáramos a enterarnos.
Sabemos todo esto por las cámaras que pusimos por la casa y que empezamos a revisar a raíz del intento de robo. Al revisar las grabaciones lo vimos ahí, etéreo, con la cara igual que el día que murió, tratando de recordar quién era y qué hacía él allí. Nos observaba y nos cuidaba sin hacernos ningún daño. De vez en cuando, incluso arreglaba la cocina. Supongo que por eso y porque su rostro era inconfundible, decidimos que lo mejor era dejarlo venir por las noches y que hiciese lo que quisiese.
Como nunca ha hecho nada malo hemos dejado de grabar. Ahora sabemos qué noches viene porque siempre dejamos un cuenco con sus caramelos preferidos. De vez en cuando aparece uno al que le han quitado el dulce y lo han vuelto a enrollar, dejando el envoltorio vacío en medio de todos para que algún incauto lo coja y se lleve un chasco; la broma favorita de la abuela.

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Este cuento no ha salido a partir de ninguna palabra que hayáis pedido. Hay un par de cuentos en la recámara con este motivo, pero hoy me apetecía otra cosa. Una historia de terror que, en realidad, tampoco da tanto miedo. ¿verdad?

PD: sigo esperando vuestras palabras para haceros cuentos.

2 comentarios:

Unknown dijo...

me gusta mucho ,gracias

Oyros dijo...

Me alegro mucho de que te guste, Mrrcedee! ¿Quieres darme unas palabras para tener un cuento?