viernes, 28 de abril de 2017

Cuento: Medusa

Cerró los ojos y sopló las velas del candelabro, sumiendo la habitación en tinieblas.
—No sé por qué no quieres que te vea la cara —dijo él abrazándola—. En internet era lo único que no enseñabas.
—Será que en directo me da vergüenza —contestó ella acariciándole la cara.
—Tranquila, me he puesto la venda, como pediste.
—Gracias.
—¿Me dejarás verte alguna vez?
—Quizá —dijo ella mientras repasaba mentalmente su colección de estatuas—, pero sólo cuando quiera que te quedes conmigo para siempre.


viernes, 21 de abril de 2017

Cuento: Postverdades

Cerró los ojos y sopló las velas que daban luz al comedor, una en cada esquina. Le quedaban para un par de semanas. Tres, si se iba a dormir pronto. Después el día se iría alargando y ya no le haría tanta falta. Quizá, con un poco de suerte, para entonces las limosnas le darían para pagar la factura pendiente, cargar el móvil y llamar a casa con la wifi del vecino. Sabía que a su madre siempre le alegraban las historias de su hijo el triunfador.


viernes, 14 de abril de 2017

Cuento: Deseos

Cerró los ojos y sopló las velas, pero las balas no dejaron de silbar. Pasó una estrella fugaz y cerró los ojos, pero las bombas no dejaron de caer. Arrancó el trébol de cuatro hojas y cerró los ojos, pero la gente no dejó de morir. Encontró la lámpara maravillosa, la frotó y salió el genio. Ella, con los ojos muy abiertos, pidió que el mundo fuese como en sus sueños y él, en su infinita pereza, la durmió y no la volvió a despertar.


viernes, 7 de abril de 2017

Cuento: Regalo nupcial

Cerró los ojos y sopló las velas con todas sus fuerzas, pero la barca ni se apagó ni se movió. Lobo miró a Caperucita estupefacto. Su soplido nunca había fallado. La chica, ignorándolo, interrogó en silencio al pequeño incendio que mordisqueaba las lonas, pero éste se limitó a encogerse de llamas. Ella tenía que estar cerca. Rastreó la orilla y no tardó en encontrarla. La abuelita estaba sentada en un tronco observando la escena y, antes de que Caperucita pudiese hacer algo, la anciana sonrió y el fuego se extinguió. Después se levantó, se despidió y se internó en el bosque, dejando atrás una cestita de mimbre.