jueves, 20 de marzo de 2008

Buscando Trabajo

Hace meses, en el autobús camino a casa, dos chicas, probablemente universitarias por lo que hablaron más tarde, comentaban un tanto indignadas una de sus primeras experiencias con el mundo laboral en general y la ETT en particular:

Chica1:

Así que relleno el formulario.
- Horario preferido: por la mañana.
- Horario que no quiere: CUALQUIERA que NO sea por la mañana.
- Puesto preferido: Cualquiera en el que se trabaje por la mañana.

Unos días después me llaman y su primera pregunta es ¿te viene bien el horario de tarde?
Chica2:
Y tú contestate...
Chicha1:
Al principio pensé en preguntarles si sabían leer, pero me lo pensé y dije simplemente No. Entonces me dijeron que gracias y que ya volverían a llamarme, "si eso".
Chica2:
Pues nada, chica, a seguir buscando.

Pues eso. Que seguiré buscando historias que contaros.

viernes, 7 de marzo de 2008

Supongo que...

...esto sólo tiene gracia en Valencia.

Ja Són Nostres!

Edito: he cambiado el enlace que había sido eliminado.

lunes, 3 de marzo de 2008

Preparados, listos...

De pie, sentado o tumbado, en una calle cualquiera, una playa o una pista de atletismo, vestido con tus mejores galas, unos trapitos o la ropa de hacer deporte, mientras nieva, llueve o hace un sol de justicia. Quizá llegas tarde a una cita o tienes por delante todo el tiempo del mundo. Da igual. La sensación es la misma: notas el cuerpo ligero, los muslos fuertes y las piernas ágiles. Ha llegado el momento.

Aceleras el paso. El cuerpo te pide velocidad, comienzas a correr y en unos segundos llegas a la máxima velocidad que pueden darte tus músculos. Estás siendo tan rápido que el viento sólo puede apartarse de tu camino y dejarte pasar. Sonríes y disfrutas, dejando que acaricie tu cara y mese tu pelo. Durante unos instantes el tiempo avanza más despacio y parece detenerse a tu alrededor. El cansancio está buscando el vehículo que pueda alcanzarte, pero no existe. Aún no. Sientes los pies flotando sobre el suelo y sabes que si tuvieras alas podrías saltar, despegar y volar hasta rozar las nubes con la punta de los dedos. Si quisieras, podrías saborear el cielo.

Llega entonces la fatiga, fiel compañera de aventuras, hermana del cansancio, pidiendo que pagues. El vehículo es caro. Corre a tu lado y te observa, preguntándose dónde debe morder primero. Unas veces decide ir a por las piernas, haciéndolas pesadas o golpeándolas. Otras te arranca el aire del pecho o clava agujas en tu abdomen. Si es imaginativa puede decidir romper una parte de tí. Maldita sea. Es el momento de parar. Vas frenando. El aire empieza a cerrarte el paso, haciendo de cada paso un esfuerzo sobrehumano.

Al final acabas exhausto, andando o parado, agarrándote las rodillas, los flancos o el lugar que haya herido el cansancio. A pesar de todo sigues sonriendo, pues sabes que has sido rápido y te preguntas mientras jadeas cuánto tardarás en recuperarte, cuándo podrás ser libre de nuevo.