domingo, 28 de diciembre de 2014

El Libro

Como Gran Maestro había guardado el Libro durante la mitad de su vida. La Organización lo había escondido durante tres siglos, siguiendo el mandato de su primer Gran Maestro. Su contenido era el mayor secreto que atesoraban y una de las principales razones de su existencia. Habían mentido, robado y asesinado sólo con ese objetivo. Y nadie sabía qué contenía.
Pero él, rompiendo el código, lo leyó. Lo examinó decenas veces antes de volver a guardarlo en la caja. Se quedó unas horas sentado en su despacho, mirando al infinito, tratando de entender por qué habían protegido un libro lleno de recetas de cocina. Quizá la respuesta estaba en la palabra manuscrita en la contraportada:
"Inocente".

sábado, 27 de diciembre de 2014

Intercambio de mensajes

El mensaje era claro, conciso, breve y letal: no insistas, decía. Lo había escrito con rabia y frialdad, imitando la letra de su amante, tras ver cómo su esposa y compañera de isla prefería dedicar el tiempo a un hombre que jamás volvería a ver, mientras él estaba allí, protegiéndola cada día. Para hacérselo llegar, metió el papel en la botella, aún ensangrentada, con que había eliminado al otro. Cuando ella lo leyó se puso a llorar. Él estuvo tentado de contarle la verdad. Pero calló y la abrazó, dispuesto a vivir con aquel secreto hasta que la libertad los separara.

viernes, 26 de diciembre de 2014

Aún vivo aquí

El mensaje era claro, conciso, breve y letal: “No insistas”, decía. “Ya no te necesito”, continuaba la nota grapada en el exterior de la puerta. El fumigador la leyó una vez más antes de recoger sus trastos. Si había vuelto tantas veces era porque la voz angustiada del dueño de aquella vieja mansión de madera lo perseguía. “Me invaden”, lo había oído gritar en una ocasión.
Si hubiese entrado en la casa habría encontrado el cadáver del antiguo dueño tirado en el sofá, aún sentado en el sofrá frente a la televisión. Si al alejarse por el camino de grava se hubiese girado y hubiese mirado a lo alto, habría visto al dueño, un poco más brumoso y espectral de lo normal, una figura casi translúcida, mirando por la ventana. Lo habría visto escribir tres palabras sobre el agua condensada del cristal. El título perfecto para un cuento: "Aún vivo aquí".

viernes, 19 de diciembre de 2014

El reloj

- Entonces, ¿este reloj puede parar el tiempo? - preguntó un joven que se había detenido a mirar. Señalaba un reloj de bolsillo que habían colocado bajo un cartel que decía, explícitamente, que podía detener el tiempo. Era dorado, con extrañas inscripciones y en aquel momento marcaba la hora número dos.
- Sí - contestó el comerciante -, sólo tienes que apretar el botón de arriba. ¿Quieres probar?
El chico cogió el reloj de bolsillo  y lo observó como un niño al que acaban de dejar el mejor juguete del mundo. Sólo de pensar en todo lo que podría hacer con aquello se puso a temblar. Podría visitar el mundo entero en un instante, entraría en sitios donde normalmente no podría y se vengaría de los que se habían burlado de él. Con aquel artefacto, todo estaba a su alcance. No existían los imposibles.
Con suavidad, apretó el botón. El mundo se fue ralentizando poco a poco hasta que se detuvo completamente. Durante un instante, nada se movió. Cuando intentó moverse, el tiempo se aceleró y fue él quien empezó a ir más despacio. El aire a su alrededor parecía sólido y le costaba atravesarlo. Apenas podía mover los pies y las manos. Su cuerpo no le obedecía y cada respiración le costaba más que la anterior. Hasta que soltó aire y ya no pudo volver a coger.
Pudo ver cómo el comerciante le registraba, robándole todo lo que llevaba encima. Cuando le arrebató el reloj de la mano, todo se volvió negro.
El relojero observó primero la estatua de piedra en que se había convertido su posible cliente y después el artefacto. Volvía a marcar 168. Las horas que tenía para encontrar otro incauto si no quería acabar como uno de ellos.

viernes, 12 de diciembre de 2014

Salir del armario

Un armario no es un buen escondite. Sobre todo cuando lo que fue mi familia deambula por la casa, mientras lo que era mi hermana aporrea rítmicamente la madera que nos separa. Sabe que estoy aquí aunque, de momento, se conforma con llamar a la puerta.

Repaso mi último cálculo. Me queda comida para dos días, agua para uno y unos minutos de cordura. A la puerta le queda mucho menos. Decidido, desmonto la barra que servía de perchero para usarla como arma, cojo la mochila con las provisiones, abro de un empujón, tropiezo y caigo al suelo.

Mi familia me espera vestida de cumpleaños con gorritos, guirnaldas y manchas de sangre reseca cubriendo sus trajes de gala. Al verme, se lanzan sobre mí abrazándome, atrapándome, devorándome.

Nunca hubiese pensado que acabaría siendo la tarta de mi fiesta de cumpleaños.

sábado, 6 de diciembre de 2014

Deseos cumplidos

A lo largo de mi vida siempre he apartado de mi lado a la gente que me rodeaba. No soportaba sus voces, dictando qué hacer, opinando sobre mi vida; su hedor me resultaba insoportable; la mera idea del contacto con otra persona era completamente aterrador.
Incapaz de adaptarme a sus reglas o de cambiarlas para que me permitiesen encajar, huí. Lo abandoné todo y me lancé a la carretera. Recorrí medio mundo en busca de refugio y, al final, me adentré en las cloacas y en las catacumbas. Me hundí en lo más profundo de la tierra hasta que ningún sonido humano fue capaz de alcanzarme, hasta que la civilización sólo era un recuerdo inalcanzable al otro lado del laberinto de pasadizos subterráneos.
Ahora que la oscuridad es la única que me despierta cada día, cuando por fin he conseguido que la soledad y el silencio sean mi única compañía, maldigo cada instante que he malgastando buscándolas mientras busco, sin éxito, un camino hacia la superficie. Añoro palabras, aromas y calor; daría cualquier cosa por un abrazo.

viernes, 5 de diciembre de 2014

El Juego

Basándose en el juego de Rubik, lo habían publicitado como el puzzle más complicado de la historia. Cientos de facetas multicolores salpicaban su superficie, con otras tantas aristas y no menos ejes de giro. Sus inventores lo vendían desordenado y retaban al mundo a que lo resolviera. De hecho, al primero que lo consiguiera le regalarían un premio que “cambiaría su vida”.

Un hombre solitario, taciturno y pobre como las ratas utilizó sus últimos ahorros para comprarlo. Muchos pensaban que era tirar el dinero, pero él sabía que sólo estaba comprando la esperanza de encontrar una vida mejor.

Sin trabajo, familia o amigos nada le impedía dedicar hora tras hora a buscar la solución que le proporcionara la recompensa. Los días fueron pasando, las noches fueron detrás y lo que empezó como una búsqueda de una solución se transformó en un obsesión. Apenas comía y cuando conseguía conciliar el sueño, le atormentaban pesadillas donde otros conseguían resolverlo antes que él tras las que sólo podía ponerse a manosear el juego para tratar de averiguar su secreto.

Una noche, famélico después de muchos días sin comer, se quedó dormido mientras sostenía en las manos el juego. Éste, conmovido por el esfuerzo, decidió recompensarlo: suavemente se separó de las manos del hombre y, poco a poco, giró sobre sí mismo durante horas hasta que todas las caras estuvieron ordenadas.

A la mañana siguiente, el hombre despertó y vio el cubo completo. Apenas podía creerlo. Quiso correr, gritar y reír, pero no pudo. Sus brazos y sus piernas no se movieron. De su garganta no salió ni un sonido, reseca por la falta de líquido. Nadie vio cómo su pecho poco a poco empezó a dejar de moverse, cómo se fue apagando ni cómo el pánico inicial se fue transformando en alegría por haber conseguido superar el reto.

Justo antes de morir el hombre miró al cubo y sintió que éste le devolvía la mirada. Los inventores del juego tenían razón. Su vida había cambiado para siempre.

martes, 2 de diciembre de 2014

Obsesión

- Pero ya nada sería igual por mucho que lo intentáramos - le dijo, acariciándole el pelo en la penumbra -. Si te fueras ahora lo complicarías todo. Tendría que seguirte de ciudad en ciudad. ¿No lo ves? Sería nuestro final sin haberlo intentado. ¡Todo por su culpa! No podía permitirlo.

Ella contestó con gritos sordos, mientras las lágrimas inundaban su mirada desesperada.

- Tranquila, ya no viviremos con la duda de qué hubiese ocurrido. Esta noche, al fin, podremos estar juntos.

Le dio un beso en la frente, la encerró en el maletero y arrancó el coche. La granja estaba cerca.

Lección de geografía

- ¿Cuántos continentes hay?
- Muchos, pero ahora se llaman Carrefour.

PD: Extraído de un examen de secundaria...