viernes, 31 de marzo de 2017

Cuento: Infiltrado

Cerró los ojos y sopló las velas del candelabro, pero no sintió el vértigo de la translación. Algo había ido mal. Abrió los ojos. Seguía en la habitación. ¿Quizá había seguido mal las instrucciones? Iba a reintentarlo cuando escuchó unos pasos acercarse por el pasillo y, de un salto, se metió en el armario y se quedó muy quieto. Un instante después, la puerta se abrió con un chirrido y aparecieron dos figuras recortadas contra la luz del pasillo. La más grande llevaba un atizador en la mano.
—Mamá —dijo la más pequeña—, estoy segura. Lo he visto. El monstruo está aquí.


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Porque a veces los monstruos no son los evidentes.

1 comentario:

Micaela ela dijo...

Así es. Hay monstruos que parecen hermosos cantos de sirenas y te arrastran a la profunda oscuridad donde se reúnen cientos de monstruos a merendar.
Besotes.