Cerró los ojos y sopló las velas, pero las balas no dejaron de silbar. Pasó una estrella fugaz y cerró los ojos, pero las bombas no dejaron de caer. Arrancó el trébol de cuatro hojas y cerró los ojos, pero la gente no dejó de morir. Encontró la lámpara maravillosa, la frotó y salió el genio. Ella, con los ojos muy abiertos, pidió que el mundo fuese como en sus sueños y él, en su infinita pereza, la durmió y no la volvió a despertar.
4 comentarios:
Qué bonito, Pep.
Pocas palabras para decir algo maravilloso.
Un abrazo.
Gracias!
Me encanta este cuento. ¿Cómo no fue seleccionado?
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