A lo largo de mi vida siempre he apartado de mi lado a la gente que me rodeaba. No soportaba sus voces, dictando qué hacer, opinando sobre mi vida; su hedor me resultaba insoportable; la mera idea del contacto con otra persona era completamente aterrador.
Incapaz de adaptarme a sus reglas o de cambiarlas para que me permitiesen encajar, huí. Lo abandoné todo y me lancé a la carretera. Recorrí medio mundo en busca de refugio y, al final, me adentré en las cloacas y en las catacumbas. Me hundí en lo más profundo de la tierra hasta que ningún sonido humano fue capaz de alcanzarme, hasta que la civilización sólo era un recuerdo inalcanzable al otro lado del laberinto de pasadizos subterráneos.
Ahora que la oscuridad es la única que me despierta cada día, cuando por fin he conseguido que la soledad y el silencio sean mi única compañía, maldigo cada instante que he malgastando buscándolas mientras busco, sin éxito, un camino hacia la superficie. Añoro palabras, aromas y calor; daría cualquier cosa por un abrazo.
sábado, 6 de diciembre de 2014
Deseos cumplidos
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4 comentarios:
Recordarle al prota que no es río y puede cambiar.
Buena reflexión.
Incluso los ríos cambian su cauce a lo largo del tiempo con riadas y erosión. Sí, nunca es tarde, para arrepentirse. Otra cosa es que te perdonen inmediatamente.
Dicen que el mejor antidepresivo es UN ABRAZO. Y dentro de UN ABRAZO no cabe otra cosa que piel con piel, así pues el perdón está asegurado.
Una buena historia.
El perdón a través de los abrazos. Pero debe haber alguien que lo dé y otro que lo reciba, que sea mutuo y que sea sincero.
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