Aquel día me fui a la cama a las once de la noche, aunque no tenía sueño. Recordaba una y otra vez la escena: tú hablando por teléfono a escondidas, yo preguntándote de malas formas qué hacías; tus excusas, mis gritos; mi ira, tus lágrimas; mis puños, tu piel amoratada. Las escaleras, los crujidos y la sangre. Después, sirenas.
Aquella noche no pegué ojo. La pasé en vela mirando los barrotes de acero y jurando venganza porque tú y sólo tú eras la culpable de que yo estuviese allí.
Hoy, sin embargo, viéndote ahí, sentada en esa silla, me doy cuenta de mis errores. No de todos, estoy seguro. Sé que te hice daño incluso sin darme cuenta. Ahora sé que hay palabras y gestos que pueden doler como un puñetazo. Por eso, no se me ocurre pedirte que me perdones o que vuelvas conmigo. Ni mucho menos que olvides lo sucedido. Aquí y ahora sólo puedo desearte la felicidad que no te pude dar, que te cures de todo el daño que te hice y que si algún otro hombre empieza a hacerte de nuevo lo mismo, tienes el poder de enviarlo a la mierda. No dejes que nunca, nadie, te diga lo contrario. El mundo es demasiado bueno para que gente como yo te lo estropee.
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Este cuento es una versión corregida y ampliada de uno que presenté en un concurso de relato rápido. No gané. Sé que hay fallos por todas partes, pero, hasta que no lo intentas, no te das cuenta de lo difícil que es hacer un cuento en veinte minutos.
Sobre el cuento en sí mismo, sólo decir que ojalá nos diésemos cuenta de las consecuencias de nuestros actos antes de realizarlos y parásemos a tiempo. Ojalá no necesitásemos verlas para darnos cuenta de que hemos metido la pata. Ojalá fuésemos menos imbéciles. Pero no lo somos y este es el mundo que hemos hecho.
Disfruten de las consecuencias de sus actos.
viernes, 29 de julio de 2016
Cuento: Carta de despedida
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5 comentarios:
No es suficient penedir-se, al menys amb la violencia de genere.
No es suficient penedir-se, al menys amb la violencia de genere.
¡Ojala los maltratadores y asesinos de género tuvieran la capacidad de reacción que posee tu protagonista!
Al menos hay esperanza.
Me gusta, solo le veo una pega: ¡¡Un maltratador con escrúpulos!! "Por desgracia, poco creible", debieron pensar los del jurado, que suelen ser gente muy puntillosa... Un abrazo
No, Joan, no es suficient. Pero es un principi, sí, Micaela.
José Manuel, sí, tienes razón. Pero los escrúpulos existen y el arrepentimiento también. Otra cosa es la reincidencia. Estuve jugueteando con la idea de que acabara en suicidio o que le pudiese la pena más dura posible al juez. Porque no quería hacerlo real. No quería que se quisiese librar. Quería que afrontase sus actos. Que quizá la silla de la mujer no sea de madera, sino de ruedas.
Ojalá estos cuentos se quedaran sólo en fantasía algún día.
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