Cada vez que le hablaba del último sobre rechazado por la burocracia; cada vez que se alteraba porque se perdía una carta; cada vez que amenazaba con dejarlo todo de lado y jubilarse, él le daba una palmadita en la espalda. Con voz suave lo llevaba hasta su sofá, le preparaba un chocolate caliente y lo tapaba con una manta. A continuación le llevaba cartas que sí habían llegado y lo dejaba relajarse.
Después, descolgaba el teléfono, llamaba al Servicio Especial de Recuperación Postal y les daba la lista de nombres pendientes. Eran los mejores encontrando las peticiones que se perdían de camino al Polo Norte.
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No hay nada mejor que un cuento invernal para un día caluroso. Como un cocido o unas alubias en Julio. Os dejo disfrutar del sudor.
viernes, 8 de julio de 2016
Cuento: Cuando se acaba Diciembre
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2 comentarios:
Hacer peticiones y que se concedan... ¡Santa Petra, si vivimos en el Polo Norte!
Qué malo es el estrés cuando llega el momento de presentar el trabajo y no está todo como te gustaría. Aunque creo que el mejor deseo a conceder es saber dónde está la limitación y trabajar a fondo con lo que tienes para conseguir el mejor resultado posible :)
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