viernes, 29 de enero de 2016

Cuento: La vergüenza de Lord Hatwick

En qué momento de la educación de su niña habían empezado a equivocarse, se lamentaba su padre atusándose el bigote cuando la veía con sus artilugios.
Era incomprensible. La enviaron al mejor colegio para señoritas, donde le enseñaron todo lo que una dama de buena familia debía saber: etiqueta, piano, francés, costura y compostura.
Pero lo rechazó todo por investigar. Así acabó en aquella sala explicando a cientos de caballeros sus descubrimientos y, peor, rebatiendo sus objeciones con argumentos sólidos.
Las dudas dejaron paso a un silencio tenso. Nadie se atrevía a darle la razón. Sólo un señor de bigote inconfundible aplaudió, mientras lloraba de felicidad por haberse equivocado. La ovación llegó después.

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Un cuento sobre algo que ahora puede parecer anecdótico y que muchos situarían hace cien años. Sin embargo, esto aún ocurre a menor escala en nuestro mundo occidental civilizado cuando juzgamos a una persona por su aspecto sin escuchar lo que tiene que contar y es aún peor en lugares donde la libertad es una quimera y seguir el pensamiento único es la única oportunidad de sobrevivir.

Así que una reflexión: la próxima vez que pienses que una persona no vale para realizar algo, ponte en el lugar de un lord inglés del siglo XIX. Si crees que pensará lo mismo que tú, seguramente estás haciendo algo mal.

2 comentarios:

Micaela ela dijo...

Mi aplauso para este cuento con mucha enjundia.

Oyros dijo...

Gracias!