Se quedaban discutiendo dónde pondrían el sofá hasta las tantas mientras ella aún estaba sentada en él y no la dejaban irse a dormir. Hablaban de vender la casa mientras ella aún la habitaba y de repartirse la herencia, como si no estuviese delante, como si ya no estuviese viva. Para colmo, asaltaban su despensa cada tarde y arrasaban con todo.
Sólo era cuestión de tiempo que encontraran sus galletas especiadas.
—¿Cuál es el secreto de su receta, tía? —le preguntaron mientras se las comían a puñados.
—Amor, canela y un toque de arsénico —contestó sonriente y le dio otro sorbo al té.
viernes, 9 de marzo de 2018
Cuento: La paciencia de la tía Ágata
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3 comentarios:
Qué bueno!
La tía Ágata sabe mucho. Ya lo dice el refrán: más sabe el diablo por viejo que por diablo.
Halaaa!!!!
La paciencia de la tía Ágata. El cuento es sobre lo que ocurre cuando se acaba. Estoy pensando que casi es mejor título y todo :)
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