Seguía atrapado allí dentro pero ya no le importaba. Hacía tiempo había ansiado la libertad, dejar atrás los golpes en la jaula, los gritos de los niños y las fotos de los turistas. Pero todo eso era cosa del pasado.
Se tumbó, cerró los ojos y se acercó a la nariz el trozo de plástico verde con forma de árbol que había robado a un visitante. Aspiró con más fuerza que nunca para que los químicos del olor del pino artificial llenaran sus pulmones y su cabeza, iniciando el último viaje, ese con el que escaparía definitivamente del zoo.
viernes, 13 de marzo de 2015
Cuento: Libertad imaginaria
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3 comentarios:
Un gran turista.
La libertad eterna!
Me ha gustado mucho.
Soñar es vivir...
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