lunes, 5 de enero de 2015

Literalmente

- Este se va a enterar de lo que vale un peine - dijo lanzando el teléfono móvil dentro del bolso mientras caminaba hacia la salida. Era una amenaza, una sentencia, una promesa que cumpliría como fuese.
- ¿En qué modelo había pensado? - preguntó el vendedor con una sonrisa, oliendo una venta -. Tenemos muchos diferentes.
- ¿Cómo? - contestó ella sin entender.
- Acaba de decir que necesita un peine.
- ¿Me está tomando el pelo?
- No lo necesito - dijo enseñando las manos -. Su pelo es suyo. Yo tengo el mío.
- ¡Era una forma de hablar! - gritó ella empezando a perder el hilo de sus pensamientos -. Déjeme en paz o se le va a caer el pelo.
- No se preocupe por mi cabello - insistió el dependiente señalándose la cabeza -. Uso una excelente loción. ¿Ve que sano y brillante lo tengo? La tenemos a buen precio.
- ¡Está loco! - gritó ella, intentando esquivarlo -. ¡Se le va la cabeza!
- ¿Hacia dónde? - dijo el dependiente, girándose.
La mujer aprovechó el despiste del vendedor para salir corriendo. Tenía una nueva promesa: no le compraría a aquel tipo aunque las ranas criaran pelo. La fijó en su cabeza a fuego y sangre, indeleble. Imborrable. La grabó tan fuerte en su cabeza, que le hizo olvidar la anterior.

1 comentario:

AntonioCebrian dijo...

Esto me suena a vendedor implacable de El Corte Ingles, jeje