viernes, 16 de enero de 2015

Hay que llegar como sea

Se había dormido. El despertador no había sonado y se había dormido. O quizá sí había sonado y no lo había oído. En cualquier caso, iba a llegar tarde. No podía llegar tarde. No quería ni pensar en lo que ocurriría cuando le viesen entrar por la puerta jadeante y sudoroso y, encima, tarde. Imaginar la bronca de su jefe hizo que un sudor frío le bajara por la espalda.
Miró el reloj. Quizá, si no se paraba en ningún semáforo, aún podía llegar. Corrió aún más. Corrió por la acera esquivando peatones, mascotas y mesas de bares.
Escuchó una sirena y giró la cabeza. No llegó a ver de dónde venía. Cuando volvió a mirar adelante, una farola se había plantado frente a él y chocaron. Sus mochila llena de informes salió volando, se abrió y los documentos que contenía se esparcieron en la calle, mojándose, manchándose y arrugándose.
Atontado, tardó unos segundos en entender lo ocurrido y, cuando lo hizo y vio aquel desastre, se levantó y empezó a recogerlo todo. No había ni uno sólo papel salvable. Tendría que volver a imprimirlo todo. El ordenador portátil había caído a la calzada y al menos un par de coches lo habían aplastado. El desastre era de tal tamaño que no tenía solución y, sorprendentemente, se dio cuenta de que no le importaba. Es más, se alegró. Había dedicado días a deglutir la información y vomitarla sobre aquellos papeles en forma de textos y gráficos. Llevaba meses odiándolos. Ahora se daba cuenta de que no los aborrecía a ellos sino lo que representaban. Tiempo perdido en cosas que no lo daban nada. Tiempo estresado por cosas que, en realidad, no le importaban. Tiempo que había desperdiciado aborreciéndose con cada centímetro de su cuerpo.
Por eso verlos allí tirados le quitó un peso de encima. Aquel suceso haría que otros dieran por él el paso que él no se había atrevido a dar. Lo despedirían. Le obligaban a ser libre de nuevo.
Tuvo un cierto vértigo al pensar en lo que tenía por delante. Lo primero, el miedo a no llegar había desaparecido. Aquella farola se lo había robado.

(Las tres palabras aleatorias que han desencadenado esto has sido pánico, robo y farola)

4 comentarios:

Micaela ela dijo...

¡Bendita farola!

Unknown dijo...

por fin un poco de oxigeno

Anónimo dijo...

Yo también llegaba tarde una vez y también me choqué con una farola... ¡por mirarle el culo a una chica que pasaba!

Oyros dijo...

Ay, los instintos primarios. De vez en cuando es bueno seguirlos, pero con cuidado :)