martes, 26 de diciembre de 2017

Cuento: Por compasión

Su padre también le dejaba conducir la furgoneta durante las incursiones, pero sólo si Juana y su arco iban en la torreta.
—No salgas del vehículo —le había dicho esa mañana—. Si la cosa se pone fea, pégate a ella. Debes volver.
“Volver”, se repitió mientras veía a Juana besar una de sus flechas, tensar el arco y apuntar hacia él.
—¡Hazlo! —le gritó mientras las manos y los dientes que lo sujetaban tiraban en todas direcciones y lo desgarraban.
La flecha se incrustó entre sus ojos y su cuerpo, inmóvil, dejó de ofrecer resistencia.
Juana cargó otra flecha y contó hasta treinta, pero Manuel no resucitó.


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