No pudo seguir adelante sin ella. Atrancó la puerta, se arrodilló a su lado y buscó la herida bajo la túnica empapada de sangre. El corte era grande y profundo, de los feos. Necesitaría mucho tiempo para curarlo. Aún así, acercó el talismán a la piel de su aprendiz y recitó. La piedra se iluminó y, milímetro a milímetro, la herida empezó a cerrarse.
Fuera, los gritos y los pasos iban y venían. Demasiado pronto, alguien intentó entrar. Empujó, golpeó y embistió, pero la puerta resistió.
—¡Ariete! —gritó.
Las brujas se miraron, asintieron y, cogidas de las manos, empezaron a cantar el ritual prohibido.
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Otro cuento más del universo de Una herencia peligrosa. Os aviso. Van a llegar muchos más.
viernes, 22 de diciembre de 2017
Cuento: Perseguidas - Una herencia peligrosa
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