Cuando se prendieron las cortinas de la cocina supe sin lugar a dudas que las dulces y premonitorias palabras de mi madre que me indicaban con amor que quizá no era una buena idea fabricar y probar un lanzallamas dentro de casa se iban a transformar en algo menos dulce, menos premonitorio, menos amoroso y, muy probablemente, mucho más sólido. Puede que incluso tuviese forma de zapatilla voladora.
Aunque quizá, si consiguiese apagarlas y reemplazarlas por unas iguales…
Sé que siempre hay dinero en el tercer cajón del estudio. Necesitaré para el autobús, para las cortinas y para unas chuches. Debo tener un premio por ser buen hijo.
viernes, 4 de noviembre de 2016
Cuento: ¡No juegues con el fuego!
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2 comentarios:
Este cuento era caballo ganador. Me encanta.
Gracias!
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