viernes, 17 de abril de 2015

Cuento: El protegido

- Nunca nadie piensa en nosotros - le dijo a su interlocutor justo en el momento en que éste se quedaba dormido en el banco del parque -. Ni siquiera tú, por lo que parece. Ahí estás, sumergido en tus sueños. Seguro que si alguien se acercara ahora le dirías que estás en un momento de introspección, apreciando la belleza de la lluvia y que sólo tienes los ojos cerrados porque estás atravesando la fase más pensativa de tu vida. Tendrías más credibilidad si lo hicieses con la boca cerrada. Y mientras tú roncas, yo te protejo de la lluvia. ¿Sabes que cuando me abres me quedo ciego? En realidad podría ver pero , ¿has probado a tener los ojos abiertos mientras te cae agua dentro? Además, sólo veo el cielo, que siempre es gris, o peor, lleno de rayos.
En ese momento un destello atravesó el cielo. El paraguas lo percibió con el sentido del peligro y unos segundos después escuchó el trueno. Mientras a él se le erizó toda la tela impermeable, el dormilón ni se enteró.
- Creo que deberíamos movernos - le dijo su protector -. Si nos cae uno de esos nos vamos a convertir en un aperitivo churruscado y no muy sabroso.
Estalló un segundo rayo, este más cerca que el anterior, seguido casi instantáneamente por un trueno y un potente ronquido.
- ¡Habrase visto! - gritó al mundo -. Ese ha caído apaenas de cuarenta metros. Me han vibrado todas las juntas y este mequetrefe ni se ha enterado. Y yo aquí, haciendo de pararrayos con mi punta de metal y ni una maldita forma de hacer nada.
El paraguas sintió que un tercer rayo se preparaba para caerle encima y no podría hacer nada para esquivarlo. Entre la espada y la pared, eligió el único camino: romper la regla universal de no moverse en presencia de humanos. Fue leve y sutil. Lo único que hizo fue soltarse de su mano y dejarse arrastrar por el viento.
- Hasta luego, viejo dormilón - le dijo a su amo mientras bailaba una última danza con el viento.
La gotas de lluvia en el cogote despertaron al soñador. Balbuceó, parpadeó y, al fin, abrió los ojos justo cuando una gigantesca descarga eléctrica atravesaba el aire frente a él y convertía en un amasijo de hierro y plástico lo que había sido su paraguas los último veinte años.
Corrió hasta él, lo cogió como pudo, pues estaba ardiendo, y se fue a resguardarse. En cuanto lo vio entendió que se había escapado de su mano para recoger el rayo. Sabía que lo había salvado. Le debía al menos intentar repararlo.

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Marian de Talleres y Tertulias literarias ha pedido un cuento con estos conceptos: sueño, ciego, sabroso, pensativo y paraguas

¿Te ha gustado? ¿Te animas a pedir tu cuento?

2 comentarios:

Micaela ela dijo...

Menos mal que todavía quedan "protectores". No sé qué haríamos sin ellos los soñadores y exploradores de otros mundos.

Unknown dijo...

Que lindo cuento...parece que los protectores mas fieles no son precisamente humanos. Muy bien Sr. Ocre