Subir de nuevo a la habitación y coger la biblia y el crucifijo. Esa era su misión. Nada más. Ni los monstruos reptantes ni los espíritus aulladores eran su objetivo. Aún no. Sólo la biblia y el crucifijo.
- Y sirope de chocolate blanco - susurró una voz zalamera.
- ¡Biblia y crucifijo! - gritó tapándose las orejas con las manos mientras huía de aquella provocación. Una cosa era que fuesen malvados, pero que atentaran contra la gastronomía era imperdonable.
Llegó a la puerta, la abrió de una patada, ignoró la biblia y el crucifijo, cogió la escopeta del armario y la bendijo. Si aquellos demonios querían guerra, tendrían guerra.
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Hay dos verdades incontestables: El chocolate blanco no es chocolate y el sirope de chocolate es una marranada. Lo que hagas con estos potingues es tu responsabilidad.
viernes, 12 de febrero de 2016
Cuento: Con el chocolate no se juega
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