Un hombre un tanto andrajoso se paró frente a mí, con su nariz a unos centímetros de la mía, entrecerró los ojos y se quedó así unos segundos. Fueron los más largos de mi vida. De repente, cambió su expresión de inquisidora a feliz con una sonrisa llena de agujeros, pero no se movió de donde estaba.
- Estaba seguro de que eras tú. No podías engañarme. Al principio, pensé que eras uno de esos héroes o peor, un turista - dijo escupiendo la palabra -. Como si por estar sólo de visita no pudiera pasarles nada. Pero yo sabía la verdad. Lo vi en tus ojos.
Era incapaz de hablar. El hombre seguía sonriendo, quizá esperando una respuesta, pero yo sólo podía pensar por qué me encontraba allí. Al instante recordé el sueño que me había traído y supe qué debía contestar:
- eee, gracias,...mmm... Murray.
El hombre ensanchó aun más su sonrisa, dio un paso atrás y habló:
- Bienvenido, Señor del Laberinto. Que tu futuro sea confuso y nunca llegues a tu destino.
Tras esto entré en mi nuevo hogar. Ya he encontrado la salida dos veces, pero, por suerte, siempre consigo perderme. ¿Qué gracia tendría, si no, vivir en un laberinto?
miércoles, 21 de marzo de 2007
La llegada del Señor
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5 comentarios:
gracieeeeees!!!! Q rapid!!
... el más famoso cow boy del oeste...
Ehmmm...Esto huele a Terry Prattchet ¿Estoy en lo cierto?
Quizá murray podría formar parte de la guardia de una ciudad apestosa o el señor del laberinto podría vagar con una guía electrónica en un bolsillo que le hablara del universo.
Pero no es mi intención que la principal baza de la historia sea la risa. Espero conseguirlo, en próximos capítulos.
Entonces que Murray no sea una calavera... a més... jeje ja dius que té nas... xD
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