Deja unos puntos suspensivos en el cielo y observa. Dos personas lo consideran una señal del destino para realizar una tarea que no tiene nada que ver con sus designios. Cuarenta dejan sus quehaceres momentáneamente y admiran su obra embelesados durante treinta segundos. Después lo olvidan todo. El resto del pueblo ni siquiera los ve. Están concentrados en su propia vida.
Entre ellos está el elegido, que ya ha ignorado dos zarzas ardiendo y varias de palomas. Sólo le queda la acción directa. Se aclara la voz y coge el micrófono:
– Noé, ¿me oyes? Deja esa barquita y atiende. Tengo algo grande para ti.
viernes, 6 de mayo de 2016
Cuento: Señales divinas
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Me encanta.
Mezcla la indiferencia y el sentido del humor de un dios que no sabemos si está ahí.
Si los dioses se dejasen de tanta señal abstracta y dijesen simplemente que están por aquí y qué es lo que quieren, sería mucho más fácil creer en ellos.
Publicar un comentario