viernes, 29 de julio de 2016

Cuento: Carta de despedida

Aquel día me fui a la cama a las once de la noche, aunque no tenía sueño. Recordaba una y otra vez la escena: tú hablando por teléfono a escondidas, yo preguntándote de malas formas qué hacías; tus excusas, mis gritos; mi ira, tus lágrimas; mis puños, tu piel amoratada. Las escaleras, los crujidos y la sangre. Después, sirenas.
Aquella noche no pegué ojo. La pasé en vela mirando los barrotes de acero y jurando venganza porque tú y sólo tú eras la culpable de que yo estuviese allí.
Hoy, sin embargo, viéndote ahí, sentada en esa silla, me doy cuenta de mis errores. No de todos, estoy seguro. Sé que te hice daño incluso sin darme cuenta. Ahora sé que hay palabras y gestos que pueden doler como un puñetazo. Por eso, no se me ocurre pedirte que me perdones o que vuelvas conmigo. Ni mucho menos que olvides lo sucedido. Aquí y ahora sólo puedo desearte la felicidad que no te pude dar, que te cures de todo el daño que te hice y que si algún otro hombre empieza a hacerte de nuevo lo mismo, tienes el poder de enviarlo a la mierda. No dejes que nunca, nadie, te diga lo contrario. El mundo es demasiado bueno para que gente como yo te lo estropee.

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Este cuento es una versión corregida y ampliada de uno que presenté en un concurso de relato rápido. No gané. Sé que hay fallos por todas partes, pero, hasta que no lo intentas, no te das cuenta de lo difícil que es hacer un cuento en veinte minutos.
Sobre el cuento en sí mismo, sólo decir que ojalá nos diésemos cuenta de las consecuencias de nuestros actos antes de realizarlos y parásemos a tiempo. Ojalá no necesitásemos verlas para darnos cuenta de que hemos metido la pata. Ojalá fuésemos menos imbéciles. Pero no lo somos y este es el mundo que hemos hecho.
Disfruten de las consecuencias de sus actos.

viernes, 22 de julio de 2016

Cuento: Cuando Andrómeda lanzó la canción del verano

Como si de una plaga venenosa se tratara, se propagó a través de radios, televisiones y redes sociales inundando todo el espectro sonoro, martilleando los oídos de sus víctimas al ritmo de tambores pegajosos, taladrando sus cerebros con notas infecciosas cual jinetes liderando una epidemia apocalíptica disfrazada de melodía deliciosa y serpenteante que se incrustaba en la mente de los pobres desgraciados que llegaron a escucharla, desactivando su raciocinio, hipnotizándolos y forzándolos a danzar y a brincar hasta la extenuación.
Un plan perfecto diseñado para derrotar y esclavizar a la humanidad sin disparar un solo láser.
Un plan que, por suerte, no tuvo en cuenta a los sordos.

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viernes, 15 de julio de 2016

Cuento: Lo que queda cuando no estás

Cuelgan de las cuerdas de la del quinto esperando a que alguien las vea y las recoja. Tres hadas, Sueños, Esperanza y Ganas de Vivir, que siguen enganchadas del hilo de tender donde su dueña las perdió. La primera, cuando el hombre que había jurado amarla y protegerla la lanzó por la ventana. La segunda, cuando ella, cogida sólo con tres dedos, le pidió ayuda y él sólo la insultó. La tercera, cuando las fuerzas la abandonaron y cayó quince metros hasta la acera dura y fría de una calle en la que sólo eran otra pareja normal.


viernes, 8 de julio de 2016

Cuento: Cuando se acaba Diciembre

Cada vez que le hablaba del último sobre rechazado por la burocracia; cada vez que se alteraba porque se perdía una carta; cada vez que amenazaba con dejarlo todo de lado y jubilarse, él le daba una palmadita en la espalda. Con voz suave lo llevaba hasta su sofá, le preparaba un chocolate caliente y lo tapaba con una manta. A continuación le llevaba cartas que sí habían llegado y lo dejaba relajarse.
Después, descolgaba el teléfono, llamaba al Servicio Especial de Recuperación Postal y les daba la lista de nombres pendientes. Eran los mejores encontrando las peticiones que se perdían de camino al Polo Norte.

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No hay nada mejor que un cuento invernal para un día caluroso. Como un cocido o unas alubias en Julio. Os dejo disfrutar del sudor.

viernes, 1 de julio de 2016

Cuento: Tu última oportunidad

Las mañanas, si no llueve, las pasarás escondida en un armario para que no te dé la luz que tanto daño nos hace y, cuando llegue la noche, vendrás a cazar conmigo alimañas como las que te han dejado en este callejón abandonada, apaleada y al borde la muerte.
Siento tu frío, tu dolor y tu miedo, pero también siento tus ganas de vivir, tu frustración y tu ira. ¿Quieres cambiar las cosas? ¿Impartir justicia? ¿Vengarte de esos malnacidos? ¡Pues hazlo! Que la muerte no te detenga. Te ofrezco el poder para hacer eso y mucho más. Olvida tus prejuicios y tus dudas y acepta mi oferta. Bebe de mi sangre.

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O dicho de otra manera:

Un poder conlleva una gran responsabilidad.

El poder corrompe.

No importa cómo consigas el poder ni para qué lo quieras, sólo importa lo que hagas con él y lo que ese poder te haga hacer después.

Así que la pregunta es, ¿aceptaríais el poder sabiendo que probablemente te cambie, seguramente para peor?