viernes, 26 de febrero de 2016

Cuento: Cien años de perdón

Vivir a lo grande de los bienes gananciales o heredados de amores archivados en cementerios es el sueño de cualquier cazafortunas y John Gausser no es una excepción. En los últimos años se ha dejado amar por muchos hombres y mujeres cuya mayor virtud era tener más cartera y años que salud y, a día de hoy, a base de reincidir, se ha convertido en uno de ellos.
Afortunadamente para nosotros es muy desconfiado y guarda su dinero en una caja fuerte que se supone impenetrable. Lamentablemente para él, me enseñó a abrirla.
A veces fantasea con cómo sería empezar de cero. Esta noche le concederemos su deseo.


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Hay muchos refranes sobre lo que le ocurre a nuestro amigo John Gausser. A ver cuántos podéis nombrar.

viernes, 19 de febrero de 2016

Cuento: Una elección imposible

Las besa con suma conciencia para no equivocarse. Se relame para saborear lo que pueda quedarle en los labios, pero no sirve de nada. Tienen el mismo sabor, el mismo tacto y el mismo olor. Si Morfeo no enciende la luz será imposible que pueda distinguir la pastilla roja de la azul.

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Un cuento tonto, sobre lo que podría haber sido Matrix si Neo fuese ciego: puro azar.

viernes, 12 de febrero de 2016

Cuento: Con el chocolate no se juega

Subir de nuevo a la habitación y coger la biblia y el crucifijo. Esa era su misión. Nada más. Ni los monstruos reptantes ni los espíritus aulladores eran su objetivo. Aún no. Sólo la biblia y el crucifijo.
- Y sirope de chocolate blanco - susurró una voz zalamera.
- ¡Biblia y crucifijo! - gritó tapándose las orejas con las manos mientras huía de aquella provocación. Una cosa era que fuesen malvados, pero que atentaran contra la gastronomía era imperdonable.
Llegó a la puerta, la abrió de una patada, ignoró la biblia y el crucifijo, cogió la escopeta del armario y la bendijo. Si aquellos demonios querían guerra, tendrían guerra.

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Hay dos verdades incontestables: El chocolate blanco no es chocolate y el sirope de chocolate es una marranada. Lo que hagas con estos potingues es tu responsabilidad.


viernes, 5 de febrero de 2016

Cuento: Segunda oportunidad

Subir de nuevo a la habitación hubiese sido lo más racional. Sólo tenía que llamar a la puerta, disculparse, coger la mochila oculta en un armario con alguna excusa banal y desaparecer. Si lo pensaba fríamente, la ofensa tampoco era tan grave. Además, seguro que si le contaba por qué estaba enfadado, se disculparía.
Qué diablos. Le llamaría y se lo diría. Aún podían ser amigos.
Marcó el teléfono y esperó. Como estaba programado, el tercer tono activó la bomba.

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Dicen que todas las afrentas se pueden perdonar y que hay errores que no se pueden evitar. Quién sabe. Quizá sea verdad.